3 Extraordinarias mujeres de nuestra historia

3 Extraordinarias mujeres de nuestra historia

Hacer un listado de grandes mujeres de la historia no es nada fácil, debido a que hay demasiadas. Pese a que la figura de la mujer se ha visto reducido a su mínima expresión a lo largo de muchas épocas de nuestro humano existir, son muchísimas las mujeres que marcaron huella con nombre propio. Muchas las que no permitieron que las aminoraran y por lo contrario demostraron todo lo que ya es sabido somos capaces de hacer.

En esta nota, hablaremos de 3, cada una en su contexto individual de vida, en su época y a su modo, sin duda e convirtieron en parte de la extraordinarias mujeres de nuestra historia.

Marie Skłodowska Curie

Para hablar de una mujer tan admirable como Marie Curie, compartimos el artículo publicado en europeana.eu «Maria Skłodowska-Curie»

La química y física Marie Curie (1867–1934), cuyo nombre de soltera eraa  Maria Skłodowska, es recordada por su descubrimiento del polonio y el radio, y su investigación pionera sobre la radiactividad.

Maria Salomea Skłodowska nació en Varsovia en 1867, en el por aquel entonces Reino de Polonia, que formaba parte del Imperio Ruso. Era la menor de cinco hijos. Sus padres, Bronisława y Władysław, eran ambos profesores, y su padre impartía matemáticas y física, disciplinas a las que la propia Maria decidió dedicarse.

Maria recibió una educación generalista en colegios locales y algo de conocimiento científico de su padre. Como la educación universitaria no estaba disponible para las mujeres en esa época, estudio clandestinamente en la Uniwersytet Latający («Universidad Voladora) de Varsovia, una red educativa secreta. Sus cursos se impartían en toda la ciudad, y solían cambiar de ubicación para evitar que las autoridades rusas arrestaran a los profesores y alumnos.

En 1891, Maria siguió a su hermana mayor Bronisława para estudiar en París. En la Sorbona obtuvo dos diplomas —uno en matemáticas y otro en física— estudiando por las mañanas e impartiendo tutorías por las tardes para pagar su educación.

Tres años después en París, Maria conoció a su compañero de investigación y futuro marido Pierre Curie, que era tutor en la Facultad de Física y Química. Cuando se casaron en 1895, Curie cambió su nombre a Marie Skłodowska-Curie, prefiriendo conservar el apellido polaco en lugar de cambiarlo por el de su marido.


En París, el matrimonio Curie comenzó su revolucionario trabajo con los rayos invisibles emitidos por el uranio: un nuevo fenómeno recientemente descubierto por el profesor Henri Becquerel. En el proceso, acabaron por convencerse de que habían descubierto un nuevo elemento químico. Extrajeron un polvo blanco mucho más radiactivo que el uranio, un nuevo elemento químico que denominaron polonio (por la tierra natal de Marie).


Investigaciones más a fondo apuntaron a la presencia de otro elemento, todavía más radiactivo, que denominaron radio. En 1898, los Curie publicaron pruebas contundentes que respaldaban la existencia del nuevo elemento, pero no tenían una muestra física de él. Tras varios de un trabajo muy exigente físicamente (moler, disolver, precipitar, etc.), el matrimonio Curie logró aislar el elemento.

Por fin, Marie logró aislar el radio —como cloruro de radio— en 1902, pero el proceso de su descubrimiento había sido arduo.

La labor de investigación del matrimonio Curie entrañaba riesgos para la salud de los que no eran plenamente conscientes en ese momento. Empezaron a sentirse enfermos y físicamente exhaustos, síntomas que reconocemos hoy que son resultado del envenenamiento por radiación.

En 1903, Marie y Pierre Curie recibieron el Premio Nobel de Física, junto a Henri Becquerel, por su trabajo conjunto sobre la radiación. El mismo año, Marie aprobó su tesis doctoral en Física.

En 1906, la vida de Marie fue azotada por la tragedia cuando Pierre Curie falleció tras ser arrollado en la calle por un coche de caballos. Sin embargo, el espíritu indomable de Curie continuó trabajando. Asumió el puesto de su difunto marido como profesora de Física General en la Faculta de Ciencias, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar esta posición. También fue nombrada directora del Laboratorio Curie del Instituto de Radio de la Universidad de París, fundado en 1914.


La determinación y la excepcional labor de Marie Curie le granjeó un segundo Premio Nobel en 1911, esta vez en Química por crear un método para medir la radiactividad. Poco después, la Sorbona construyó su primero instituto de radio con dos laboratorios: uno para estudiar la radiactividad bajo la dirección de Marie Curie y el otro para la investigación biológica para el tratamiento del cáncer.

Durante la Primera Guerra Mundial, Marie Curie trabajó para desarrollar pequeñas unidades móviles de rayos X que se pudieran utilizar para diagnosticar lesiones cerca del campo de batalla. Como directora fundadora del Servicio Radiológico de la Cruz Roja, Curie solicitó donaciones a los parisinos acaudalados con el fin de financiar suministros médicos y vehículos que pudieran ser transformados.


En octubre de 1914, estuvieron listas las primeras máquinas (denominadas «pequeñas Curies») para su uso en el frente. Curie trabajó con su hija Irène, que por entonces tenía 17 años, en puestos de evacuación sanitaria cerca del frente haciendo radiografías a los heridos para localizar fracturas, metralla y balas. Curie también creó un programa para formar a mujeres en el uso de equipos de rayos X.

Notablemente, Joliot-Curie recibió, conjuntamente con su marido, el Premio Nobel en Química en 1935 por su descubrimiento de la radiactividad artificial. Esto convirtió a los Curie en la familia con más galardonados con el Premio Nobel hasta la fecha.

Joliot-Curie fomentó muy activamente la educación de las mujeres, con su labor en el Comité National de l’Union des Femmes Françaises y el Consejo Mundial de la Paz. Se unió a la Légion d’honneur de Francia como oficial.

Tras la guerra, Curie continuó su labor como investigadora, profesora y directora de laboratorio. Recibió numerosos premios y galardones, incluyendo el Premio de Investigación Ellen Richards (1921), el Grand Prix du Marquis d’Argenteuil (1923) y el Premio Cameron de la Universidad de Edimburgo (1931). Curie también recibió diplomas honorarios de universidades de todo el mundo.Bajo la dirección de Curie, se realizaron los primeros estudios del mundo sobre el tratamiento de neoplasmas (masas de tejido que pueden desarrollarse de forma cancerígena) mediante el uso de isótopos radiactivos y que condujo a la radioterapia disponible actualmente para pacientes de cáncer.

Nada en la vida debe temerse, solo debe entenderse. Ahora es momento de entender más, para que podamos temer menos.

Marie Curie falleció en un sanatorio francés en 1934, a la edad de 66, de anemia aplásica, una enfermedad rara por la que el cuerpo deja de producir los suficientes glóbulos rojos. Se atribuyó su enfermedad a la exposición a la radiación a lo largo de su investigación científica y durante su labor en hospitales de campaña durante la Primera Guerra Mundial.

Humilde y decorosa, Marie Curie es admirada y respetada por científicos de todo el mundo. La labor de Curie no solo fue una inconmensurable aportación al conocimiento humano, sino que su vida pionera fue todo un avance para el papel de la mujer en la ciencia y la sociedad.

Leonor de Aquitania

Para hablar de este personaje, del que a veces muy poco se habla, que particularmente me encanta, por todo lo que significó en su época el no dejarse aminorar, voy a compartir este artículo (con algunos cambios) publicado en  supercurioso.com «Leonor de Aquitania, la mujer más fascinante de la Edad Media» 

Reina de Francia e Inglaterra, según los registros, Leonor de Aquitania fue una mujer excepcionalmente bella y educada. Su padre, el duque de Aquitania Guillermo X, le procuró una educación completísima, que no sólo significaba leer y escribir, cantar y vestirse bien, sino también cazar, pelear con espada y mandar. Con ello ya tenía ventaja sobre las mujeres en general, y a la nobleza en particular.

Hay discusión en torno a la fecha en que nació, pero la mayoría coincide en que fue hacia 1122, en Poitiers. En 1130 murió su único hermano varón, Guillermo, y eso la convirtió en la heredera; su padre murió en 1137, en una peregrinación a Santiago de Compostela, y a la edad de 15 años tomó posesión de los extensos territorios del ducado de Aquitania –desde el Loira hasta los Pirineos, lo que constituía una mayor cantidad de dominios que los del propio rey de Francia–, incluyendo Gascuña y Guyena.


En la corte de Poitiers, ella gozaba de gran libertad. Acostumbrada como estaba al desenfado y cultura de Aquitania, y a las fiestas extravagantes que se celebraban en su castillo, le fue muy duro adaptarse a la corte de Francia, fría, insoportablemente conservadora y muy ruda. Tuvo que hacerlo, pues a la muerte de su padre, vasallo de Francia, el rey Luis VI El Gordo, vió una excelente oportunidad de anexar a su corona los amplios territorios que heredaba la hermosa Leonor; así, se ordenó el matrimonio entre su hijo Luis (el futuro Luis VII) y ella, celebrado sin más el 4 de julio de 1137.

Ese mismo día se conocieron los jóvenes, ella de 15 y él de 16, y el joven príncipe quedó definitivamente enamorado de la belleza, juventud, inteligencia y fortaleza de la duquesa de Aquitania.

En París no la recibieron muy bien, haciéndole muy conscientes las diferencias que la separaban de la nobleza francesa, comenzando por las lenguas: en París se hablaba la de oil, y Leonor la de oc, que aunque lenguas romances, eran distintas.

Su aplomo y el hecho de no parecer necesitar de nadie generaron un profundo rechazo en el entorno del rey, en donde comenzaron a rumiarse chismes y rumores sobre su reputación, con el fin de desprestigiarla. A esto habría que añadir que con Luis sólo tuvo dos hijas, y que el ansiado heredero nunca llegó.

Claro que a ella no parecieron importarle las habladurías, pero se granjeó la enemistad de la curia eclesiástica por su “comportamiento liberal y emancipado”.

Leonor, ya Reina de Francia, se empeñó en acompañar a Luis a la Segunda Cruzada, en 1147. Claro que esto no era un comportamiento regular, era impensable que una mujer fuese a la guerra, pero a ella no le importó, y como Duquesa de Aquitania, y por tanto, la feudataria más grande de Francia, insistió en hacer lo mismo que los otros señores feudales.

Imaginamos que debía ser bastante difícil llevarle la contraria, aun para un Rey, y a Luis no le quedó más remedio que aceptar. Ya en Antioquía se encontró con su tío Raimundo de Poitiers, con quien se especula que ya había tenido ciertas relaciones cuando aún ella vivía en Aquitania. Raimundo era algo mayor, y para el momento, príncipe de Antioquía.


Aquel reencuentro no fue bien visto ni por Luis ni por su corte, que enseguida empezó a murmurar. La relación entre ambos se agrió y el Rey la obligó a volver a Francia. Aquí hay información contradictoria, porque según algunos historiadores, el rey Luis VII solicitó al Papa la anulación matrimonial alegando consanguinidad (a pesar de haber recibido en su momento la dispensa papal); y según otros, fue ella. Lo cierto es que se divorciaron, y el precio que ella puso fue conservar sus territorios.

Cuentan las malas lenguas que ya había conocido a Enrique de Plantagenet, y que todo lo anterior fue simplemente una estrategia para casarse con él, porque se había enamorado locamente de este caballero. Sea como sea, contrajeron matrimonio apenas dos meses después del divorcio. Enrique de Plantagenet era hijo del Duque de Normandía, y sería proclamado rey de Inglaterra dos años luego de su matrimonio.


Ella era siete años mayor que él, y aún conservaba toda su belleza. Para él, según algunas fuentes, su hermosura fue un plus en el acuerdo político, que le dejaría un gran territorio. Si bien fue un matrimonio por amor, el carácter galante del rey inglés lo impulsó a la infidelidad, cosa que molestó muchísimo a nuestra reina.

Cuenta una leyenda que Enrique, enamorado de Rosamunda Clifford, le mandó a hacer un hermoso laberinto en un bosque, en cuyo centro se alzaría una gran casa para su amante. Hay tres versiones de la muerte de Rosamunda: una, Leonor habría mandado matar a la joven con dos brujas; otra, le dio dos opciones a la chica: o se suicidaba con veneno o con un puñal; y la tercera, que Rosamunda murió de angustia, por la humillación y las amenazas que Leonor le dirigió.


En todo caso, esta infidelidad mayúscula de Enrique provocó que Leonor dejara de amarlo y se convirtiera en su peor enemiga, además de haber tratado de apoderarse de los territorios de Aquitania. Madre de varios hijos –entre ellos, Ricardo Corazón de León, su hijo favorito, Leonor, Godofredo y Juan sin tierra–, decidió promover la rebelión de éstos contra su padre. Pero Enrique logró reprimirla, y encarceló a Leonor en Chinon, primero, y después en Salisbury, donde permanecería por largos 16 años.


A la muerte de Enrique, en 1189, Ricardo fue coronado rey de Inglaterra, y lo primero que hizo fue liberar a su madre. Cuando Ricardo parte a la Tercera Cruzada, Leonor asume la regencia del reino, y como regente se vio en la dura tarea de mantener a raya algunas intentonas de nobles ingleses, y hasta el levantamiento de su hijo menor, Juan sin tierra.

Como Ricardo no tenía descendencia, hubo conflictos por quién sería el heredero al trono; al final, la reina medió para que fuese Juan, quien efectivamente reinaría a la muerte del Corazón de León.

Leonor de Aquitania, la mujer más fascinante de la Edad Media
Fresco en una pared de la capilla Sainte Radegonde en Chinon, Francia, representando a Leonor con su hijo Juan
Más conocida por ser mecenas de juglares y trovadores, Leonor vivió algo más de 80 años, cosa nada común para el siglo XII; murió el 1 de abril de 1204 y su cuerpo reposa en la abadía de Fontevraud, junto a Enrique y Ricardo.

 

Amelia Earhart

Para finalizar esta nota de 3 mujeres extraordinariamente inspiradoras, compartimos la biografía publicada en amcselekt.es «Amelia Earhart».

Nacida en Kansas el 24 de julio de 1897, la joven pilotó desapareció en el Pacífico el 2 de julio de 1937, cuando se encontraba en ruta hacia la Isla de Howland.

INFANCIA Y JUVENTUD

Amelia Earhart pasó sus primeros años en la localidad de Atchinson (Kansas). Su infancia estuvo marcada por problemas familiares. Su padre no tenía estabilidad laboral y los viajes eran una constante. Por eso, pasó buena parte del tiempo con sus abuelos maternos.

Su madre se esforzó en darle un hogar en el que vivir con todas las comodidades y cariño propios de una familia. Por esto, cuando la pequeña Amelia tenía ocho años, se mudó con sus padres a Des Moines, en Iowa.

Años más tarde, nuevas dificultades llegaron a la familiar Earhart. Su padre perdió su empleo y comenzó a tener problemas con el alcohol. Debido a esto, la familia se mudó varias veces. Sin embargo, al no encontrar un nuevo trabajo, la madre de Amelia se trasladó con ella y su hermana a Chicago.

Desde bien pequeña, Amelia mostró su personalidad inquieta y desafío los convencionalismos de la época. Pronto dio señas de su carácter feminista, haciendo un álbum de recortes de prensa con las noticias de mujeres exitosas en campos que, tradicionalmente, se han considerado de hombres.

De este hecho habla en sus memorias, Por el placer de hacerlo (1932), asegurando que “por desgracia creció en una época en la que se esperaba que las niñas se comportaran como niñas”.

Sin embargo, esto no frenó su carácter aventurero y se negó a adoptar el papel que la sociedad le había asignado por el simple hecho de ser mujer.

PASIÓN POR LA AVIACIÓN

Cuando tenía diez años, la pequeña Amelia tuvo la ocasión de ver un avión por primera vez, pero no quedó impresionada. Como ella misma dijo, no le pareció nada más que “una cosa de alambre oxidado y madera que no tiene nada de interesante”.

Fue en una visita a un campo del Cuerpo Aéreo Real, mientras era enfermera voluntaria en un hospital de Toronto durante la Primera Guerra Mundial, cuando se despertó su interés por la aviación.

Este gusto por los aviones lo terminó de afianzar en una exhibición aérea en 1920 en California. Consiguió montar en uno de los aviones y a partir de ese momento supo que surcar los cielos era su destino.

Un año más tarde, una decidida Amelia Earhart se apuntó a las clases de Neta Snook, la primera mujer que tenía un negocio de aviación. Seis mese más tardes, compró con sus ahorros una avioneta de segunda mano de color amarillo a la que bautizó como “El canario”.

Con este aeroplano consiguió volar a 14 000 pies de altitud, lo que le valió para hacerse con su primer récord.

En 1923, Amelia consiguió la licencia de vuelo de la Federación Aeronáutica Internacional, lo que la convirtió en una de las 16 mujeres en el mundo que la poseía.

AVIADORA PIONERA

Una tarde de abril de 1928, Amelia Earhart recibió una llamada en el trabajo. “¿Te gustaría ser la primera mujer en sobrevolar el Atlántico?” fue lo que le dijo el hombre al otro lado del teléfono. La respuesta de Earhart fue un sí rotundo.

En una entrevista en Nueva York conoció a los coordinadores del proyecto y al publicista George Putnam, con el que se casó años más tarde.

Formó equipo con el piloto Wilmer “Bill” Stultz y con el copiloto y mecánico Louis E. “Slim” Gordon. El aeroplano con el que hicieron la travesía lo bautizaron como Friendship (Amistad).

Despegó el 17 de junio de 1928 desde el Puerto de Trepassey (Canadá) y llegó al Puerto de Burry (Gales) unas 21 horas después. La hazaña fue noticia en todo el mundo.

Cuando el equipo regresó a Estados Unidos, fueron recibidos con honores y tuvieron una recepción con el Presidente Calvin Coolidge en la Casa Blanca.

Desde ese momento, la fama de Amelia Earhart aumentó. Continuó trabajando para dar visibilidad a la mujer en la aviación y su vida giró en torno a los aeroplanos.

Junto al que ya era su marido, George Putnam, planeó una nueva aventura: convertirse en la primera mujer y en la segunda persona en volar en solitario el Atlántico, tras Charles Lindbergh.

El 20 de mayo de 1932, Amelia despegó desde Terranova (Canadá) hacia París. Sin embargo, las condiciones climatológicas y problemas mecánicos obligaron a la piloto a desviar su ruta. Aterrizó en una granja en Irlanda ante la mirada atónita de un pastor y su ganado.

Los medios de comunicación se volcaron con ella y con su pericia. Su valentía, considerada casi como heroica, le valió para hacerse con varios reconocimientos y premios.

SU ÚLTIMO VUELO

Amelia Earhart siempre quería conseguir más y no se paraba ante nada. Continuó batiendo récords y aumentando su lista de hazañas. No obstante, aún le quedaba una travesía por hacer: volar alrededor del mundo.

Después de un intento fallido en marzo, en junio de 1937, Amelia Earhart emprendió el vuelo en busca de ser la primera mujer en cruzar el globo terráqueo por el Ecuador.

El 1 de junio partió de Miami con su copiloto, Fred Noonan. El 29 de ese mismo mes llegaron a Lae, en Nueva Guinea. La inexactitud de los mapas hizo que la navegación fuera más difícil de lo esperado y llegar hasta su siguiente parada, la Isla de Howland, suponía un reto añadido.

El 2 julio, Amelia Earhart continuó el vuelo. La situación atmosférica no era la ideal; las nubes y la lluvia dificultaron más el pilotaje.

Mantuvo la comunicación con la guardacosta estadounidense, ITASCA, para informar en todo momento de su posición. El último mensaje que se tiene de ella es el siguiente: “Debemos estar encima de ustedes, pero no los vemos. El combustible se está agotando. No somos capaces de alcanzaros por radio. Estamos volando a 1000 pies”.

Rápidamente se trabajó en su búsqueda. A pesar de que el gobierno de Estados Unidos gastó más de 4 millones de dólares en su rescate, no se encontró a Amelia.