Teodoro Petkoff, el ganador de los Premios Ortega y Gasset

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Después de 83 años de vida, Teodoro Petkoff sigue en sus trece. Celebra de buena gana el Premio Ortega y Gasset a la Trayectoria Periodística que le ha sido concedido por EL PAÍS, del que se enteró este jueves por la tarde en Caracas. Pero está seguro de que no podrá asistir a la ceremonia de entrega del galardón, el próximo 6 de mayo en la capital española -con todo y el nexo que siente con España, donde un tío suyo, Luben Petkoff, cayó luchando en las filas de las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil de 1936-39.

Hombre de acción y pensamiento, políglota, economista, le encuentra cierta gracia a que, a estas alturas de su tránsito vital, se le otorgue un reconocimiento por su ejercicio periodístico, al que solo le entró hace 17 años cuando el editor Miguel Ángel Capriles L. le ofreció la dirección del vespertino El Mundo. «No vacilé ni un instante», confiesa hoy Petkoff, atrincherado en los 70 metros de superficie de su modesto apartamento en Colinas de Bello Monte, una zona de clase media en el sureste de Caracas.

«Ese es un motivo de gran satisfacción», confiesa, «pues se consolidó durante 15 años un proyecto periodístico serio, que nadie se atrevería a decir que fuera un pasquín».
Teodoro -como es conocido por los venezolanos, sus bigotes y lentes convertidos en icono de la cultura popular-, por su parte, algo restringido por los achaques de la salud y, sin duda, por las interdicciones de la justicia, persevera. Asegura El Catire -rubio en castellano criollo de Venezuela-, hijo de una pareja de inmigrantes del Este de Europa -ingeniero búlgaro, el padre; médico polaca, la madre-

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