El Domingo de Ramos apertura la solemnidad de Semana Santa. A través del recuerdo de las palmas benditas y el símbolo de la pasión, se representa la entrada de Jesús en Jerusalén..
Es una fecha que se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta celebración: la alegre, multitudinaria, festiva liturgia de la iglesia que se convierte en imitación, de lo que Jesús hizo en Jerusalén y la austera memoria de la pasión que marcaba la liturgia de Roma.
Curiosamente, en las santas escrituras o evangelios de San Lucas, no se habla de olivos ni palmas, sino de gente que iba alfombrando el camino con sus vestidos, como se recibe a un Rey, y la gente que gritaba: “Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en lo alto”.
Jerusalén, desde el siglo IV, era la sede mas venerada de la vida litúrgica. Por ello celebraba este momento con una procesión multitudinaria. Esto impactó tanto a los peregrinos, que occidente dejó plasmada en esta procesión de ramos, una de las más bellas celebraciones de la Semana Santa.
