Eres el camino de ida,
tu bandera es mi nación,
que agrupa a una Legión,
orgullo de nuestras vidas.
Llegó la noche querida,
que se cumpla esta misión.
Es el pulso del corazón
el que deja mi alma herida.
Tu mirada dolorida
fue hilando cada renglón,
y nació esta pasión
de rimas agradecidas.
Rezándote las letanías,
¡fue tanta la devoción!,
que lloraba mi oración,
profunda y estremecida.
Y por eso, ¡ay, madre mía!,
tu esperanza es redención,
fe, silencio y conmoción,
en la dulce amanecida.
Pelayo Benjumea.
Por: Pelayo Benjumea