Ella es una figura multifacética del teatro argentino: actriz, directora y dramaturga, su inteligencia y sensibilidad dejan huella en cada uno de sus trabajos. Con una sólida formación en sociología, que sin duda aporta una mirada aguda a la construcción de sus personajes y las dinámicas sociales que explora.
Tiene una gran habilidad para abordar temas complejos y realidades sociales a menudo incómodas a través de un humor inteligente, elegante y sarcástico lo cual es ya un sello distintivo de su obra.
Hoy, nos sumergiremos en su fascinante proceso creativo, exploraremos cómo logra esa versatilidad actoral para transmutar en variados personajes.
Una amiga de la casa, alguien a quien queremos y admiramos un montón, hoy hablamos con Carolina Solari.

Actriz, directora y dramaturga, sé que eres una persona cultísima, ¿Cómo influyen tus estudios en sociología en el abordaje de personajes, bien sea para crearlos, interpretarlos o adaptarlos?
Creo que la sociología en mi caso fue la primera chispa de curiosidad acerca de lo que llamamos “comportamiento humano”. No vengo de una familia de artistas, a mí me gustaba leer, la música, la filosofía, yo tenía un impulso creativo pero me era imposible plantearlo en mi entorno, me hubieran dicho: “Carolina, los pies en la tierra, por favor.” Así que estudié Sociología.
El deseo por el Teatro fue algo que se fue cocinando a fuego lento, pero que viendo el recorrido persiste. ¡Gracias a Dios! Supongo que en la composición de personajes y textos tiene influencia, más que nada en la escritura, me interesan ciertos temas ocultos para la sociedad como las adicciones, los presos, las enfermedades psiquiátricas, las personas en situación de calle, los retiros espirituales (ámbitos descartables para una sociedad capitalista basada en el consumo y el utilitarismo.)
La adaptación (Los Pilares de la Sociedad de Henrik Ibsen) es un trabajo en equipo con Jorge Suárez, Juan Carlos Fontana y Martín Seefeld. ¿Cómo fue el proceso creativo de adaptar este clásico noruego a una puesta en escena más cercana al público argentino?
Sí, como dije fue un trabajo arduo, es una obra que en su original tiene más de 100 páginas, había que resumirla y había que acercarla al público. Y no es la obra más consagrada del autor, había que rever algunas líneas dramáticas y el final necesitaba un toque que no tenía. Creo que es una versión muy lograda, y más allá del enorme esfuerzo que se hizo, es un clásico y los clásicos no cuentan mucho del comportamiento humano, de cómo seguimos cometiendo los mismos errores. Y los mismos aciertos.

Vuelves a trabajar con Martín Seefeld, la vez anterior como intérprete, cuéntanos sobre lo que fue la experiencia en Holter
“Holter, no sólo es el corazón” fue una experiencia maravillosa. Protagonizada por Martín Seefeld con una entrega en el escenario fuera de serie, la idea original de la obra es de él, y habla de la visión de un hombre que tiene que tener un Holter, de (casualmente) esta vida burguesa con tantas exigencias personales, sociales y laborales y encima atravesada por la tecnología… ¿queda lugar para la salud, para un abrazo, para el amor? La mente lo gobierna todo y nos olvidamos de ser personas, cuerpos que sienten y se abrazan. Con dirección de Daniel Fernández recorrimos el país y estuvimos varios meses en calle Corrientes e hicimos funciones en Uruguay. Una obra “espejo”. No te miento, al final el público aplaudía de pie, decían: “es mi vida”.
“…Como trabajo actoral fue un desafío enorme, porque tenía que encarnar arquetipos femeninos muy diferentes…”
Te tocó interpretar variados personajes, ¿cómo es esa transmutación a contrarreloj?
Es agotadora, pero ¡fascinante! Como trabajo actoral fue un desafío enorme, porque tenía que encarnar arquetipos femeninos muy diferentes: la enfermera, la doméstica, la hija, la esposa. Actuar tiene ese riesgo único que aterra y fascina. Fui muy feliz en todo el proceso, tanto de ensayos como en las funciones. Siempre trato de hacer paralelismos entre las obras que estoy actuando y la vida que llevo. Creo que la vida y el arte van de la mano, una te cuenta cosas de la otra, son como dos amigas de una que no se conocen entre ellas pero saben de su existencia. Con Holter me di cuenta que yo misma era todos esos personajes y que estaba viviendo una vida demasiado agotadora, alocada, sin parar, llenando un vacío. Retomé terapia y tomé decisiones, estoy tratando de elegir con más conciencia qué cosas quiero hacer y qué no. Es difícil, pero lo intento. Por lo demás, las mujeres somos todos esos roles, queramos o no. Hay que amigarse con la realidad.


“Tengo un gran amor por el Teatro, en todas sus formas. No me cansa, no lo padezco”.
Y ¿cómo fue la dinámica, al estar paralelamente en otros proyectos, además como escritora y directora?
Tengo un gran amor por el Teatro, en todas sus formas. No me cansa, no lo padezco. Una vez escuché de un director decir: “El Teatro es más gobernable que la vida.” Y es verdad. En la vida vos haces cosas pero no siempre salen como querías. Y eso cansa. El escenario es un espacio de plenitud que te permite probar, equivocarte, reflexionar. Y siempre en grupo, otro rasgo que me gusta de esta profesión.
En tus obras como Libertad Privada y El Surgente, exploras temas complejos con humor agudo. ¿Sientes que esta es la mejor herramienta para criticar y cuestionar la realidad social?
El humor nos permite digerir temas que si se dicen de manera cruda son demasiado dolorosos. El vacío existencial que genera una sociedad basada en el consumo, es doloroso. Que el sistema económico genere gente que duerme en la calle o roba para vivir, es doloroso. El humor nos ayuda, nos dice: es así, veamos cómo podemos hacerlo mejor cada día. La realidad sería insoportable sin humor.
O sea, ¡el elegantísimo humor negro de Caro Solari!

Nos encanta eso de tus obras, son elegantes, no hay nada de vulgaridad en ellas.
Jaja, no estaría tan segura…

“…Yo no me considero ni escritora ni dramaturga, simplemente escribo…”
Inteligente, culta y de gran sensibilidad, ¿Cómo es tu proceso creativo?
Clarice Lispector dice “yo no sé cómo se escribe”, hablando de su forma de escribir. Yo no me considero ni escritora ni dramaturga, simplemente escribo. Porque no tengo una técnica, hice talleres en los que surgieron las obras que escribí, pero yo lo hago pensando en cómo dirigirlas, las escribo pensando en cuerpos en un escenario atravesados por una historia. Con el tiempo me di cuenta que tengo una forma medio de “enredadera”, empiezo por una hojita, después me voy para otro lado, parece que nada tiene que ver, pero al final se ve la planta entera sobre la pared… quizá mañana cambia esta forma y escribo todo de un tirón. Por ahora fue así.
¿Qué te motiva más a escribir: una idea, un personaje, o una crítica social que quieres poner en escena?
Depende. “Libertad privada” surgió de un taller de Biodrama que hice en Pandemia y los disparadores fueron: la liberación de los presos y un ejercicio que hice sobre Clara, la señora que trabajó toda su vida en mi casa cuando yo era chica. En “El Surgente” me inspiré en el campo de un amigo, en Córdoba, donde hay un surgente de agua caliente que lleva ese nombre. “Destino Temperley” fue por un artículo del diario que guardé mucho tiempo sobre una mujer que había decidido vivir en la calle y ya llevaba 20 años así, y el barrio de mi infancia, donde me crié: Temperley. Un barrio inglés en pleno conurbano bonaerense. Volviendo al tema, esa combinación ya de por sí tiene humor. Y ahora estoy corrigiendo una obra que habla de los retiros espirituales y surge por saber de amigas y familiares que van a retiros, y mi propia experiencia de haber estado en una escuela dirigida por un chamán. Creo que escribo en base a mis vivencias y después uno eso con algún tema, pero no es un proceso consciente, por lo menos de entrada.
“La actriz está siempre, me dice cómo los personajes hablan, caminan, se visten, cómo piensan y se relacionan”.
Te destacas por tu su versatilidad para crear personajes complejos. ¿Cómo nutre tu experiencia como actriz tus guiones y dirección de compañeros actores?
La actriz está siempre, me dice cómo los personajes hablan, caminan, se visten, cómo piensan y se relacionan. De chica yo era tímida y eso me hacía ser muy observadora. Después me encargaba de imitar a esos seres que observaba y mi familia se reía. Es un vicio que tengo, me siento en un café y miro a la gente, trato que no se den cuenta, en un local, en el subte, el colectivo. En todos lados. También doy clases de actuación y ahí por suerte vuelco todo lo que veo, los torturo, pobres alumnos…

¿Qué es lo que más valoras de tu formación con Julio Chávez y Helena Tritek?
El vínculo con un Maestro es algo muy valioso, en sí mismo. De los vínculos más significativos. Tanto Julio como Helena son dos hacedores, dos personas dedicadas a este oficio, con excelencia y entrega. ¿Qué mejores referentes puedo tener? Los referentes son importantes porque nos guían en momentos de oscuridad. Te doy frases de cada uno. Julio: “La actuación es un oficio como cualquier otro: se aprende. Y cada actor tiene su valija de herramientas.” Helena: “En esta profesión: nunca sola, siempre haciendo.”
En Destino Temperley, abordas tu ciudad de origen, el gran trabajo y huella de los inmigrantes en el país y a su vez, temas como la ludopatía, además la fama y la familia, todo en un mismo conjunto y todo con una impronta bastante personal. Te pregunté ya sobre tu proceso creativo, pero específicamente acá ¿cómo se fue dando?
Bueno, acá se ve el efecto “enredadera”, como te decía. Empiezo por una cosa, sigo por otra, también se atraviesa una problemática, y al final todo es un organismo vivo y coherente. Pero no sabría decirte cómo se llegó hasta ahí. Va apareciendo. No es un proceso consciente. En la vida me di cuenta que soy igual, no voy a las cosas directamente, y me di cuenta al escribir. Primero hice un terciario en administración industrial, después sociología, la actuación, empecé a dirigir y producir obras independientes, dar clases, después la pandemia me obligó a escribir y así… espero terminar bien.

¿Qué te inspira cada día?
Volviendo a Clarice, ella dice algo así como “quien pueda amar, nunca estará perdido”. Si uno tiene esa capacidad, uno existe. Pienso mucho en la existencia, en que tenga un sentido. Amar, cualquiera sea el fin, siempre tiene sentido. Yo amo, amo mi profesión, amo lo que hago, y amo a las personas que elijo en mi vida. Pero hay que aprender a amar. Todo hay que aprender. En este caso el Maestro es la vida misma.
Una frase para para los lectores de LO CHIC revista
Somos lo que hacemos. Y lo que no.
– Carolina Solari.

By: María Beatriz Frías-Muñoz
Algunas de las obras en las cuales Caro Solari ha participado, bien sea como dramaturga, directora, co-adaptando al mundo teatral o interpretando personajes sobre las tablas:
