El asesinato de la semana. Los misterios del asesinato del zar Nicolás II y su familia

El asesinato de la semana. Los misterios del asesinato del zar Nicolás II y su familia

romanov

En la madrugada que va del 16 al 17 de julio se ordenó una de las ejecuciones más trágicas del siglo XX: la de toda la familia imperial rusa.

La crueldad del régimen comunista se inició ya desde las primeras andaduras. No se anduvieron con chiquitas los líderes comunistas, y al apresamiento del Zar Nicolás II de Rusia y de toda la familia imperial, siguieron unas ejecuciones que acabaron con toda perspectiva de que Rusia volviera a su cauce. Al cabo de noventa y cinco años de una de las ejecuciones magnicidas más trágicas que se conocen, algunos misterios continúan sin resolverse.

Con la Revolución Rusa, que conmovió los tronos a lo ancho y alto de Europa, se puso fin a la dinastía de los Romanov, que imperaba en Rusia desde 1613. El final fue bastante agitado, ante la situación de revueltas y descontentos, el Zar Nicolás II abdicó a favor de su hermano menor, Miguel, en marzo de 1917, aunque finalmente tampoco aceptó, con lo cual el régimen comenzó a tomar una deriva sin retorno. Una deriva que para los bolcheviques estaba tomando un cariz muy parecido al de la Revolución Francesa en la que, de alguna manera, se estaba inspirando. De lo que se trataba era de la eliminación incluso física de las personas adeptas al régimen imperante. Todavía hoy aparecen tesoros escondidos por nobles, burgueses y aristócratas en casas y palacios que fueron reconvertidos durante los años 30 en casas para obreros. Sótanos, falsos techos o habitaciones tapiadas de casas de San Petesburgo o Moscú que están siendo ahora restauradas afloran constantemente los recuerdos de unas persecuciones o huidas en las que sus protagonistas se jugaban la vida. Muchas de aquellas familias morirían o se convertirían en humildes obreros, renunciando por siempre jamás a volver a sus antiguas propiedades reconvertidas en residencias del proletariado.

Poco después de la abdicación fallida, en mayo de 1918, el Zar y su familia –consistente en la zarina Alejandra y sus cinco hijos Olga, María, Anastasia, Tatiana y el Zarévich Alexis, heredero a la corona imperial rusa, junto con tres miembros de su servicio personal (asistente Demídova, el cocinero Jaritónov y el mayordomo Trupp) y su médico personal el doctor Botkin, fueron trasladados a Ekaterimburgo en calidad de prisioneros a la Casa Ipátiev. El Zarévich se hizo acompañar por su perrito, sin que en el pensamiento de la familia se interpusiera la idea de tan tiste final. El Zar era una persona de carácter pacífico, muy culto y bastante reservado, que nada tenía que ver con la impetuosidad y, en algunas ocasiones, violencia de sus antecesores.

La familia imperial fue conducida al sótano, donde al poco tiempo fueron alineados contra la pared y ejecutados sin ningún tipo de miramiento. La orden de ejecución fue dada por Yákov Yuroski y llevada a cabo por un escuadrón de la policía secreta bolchevique, que era en realidad una policía política que nada tenía que ver con la seguridad del Estado. También fueron ejecutados los sirvientes, el médico e incluso el perrito del Zarévich. Una vez muertos, les despojaron de sus ropas y les pusieron en un camión que les conduciría a una profunda galería de una mina a las afueras de la ciudad en la que les enterrarían sin dejar rastro. Sin embargo, el camión se averió a mitad de camino y sus verdugos tuvieron que improvisar y cavar una fosa en mitad del bosque. Tiraron los cuerpos y los rociaron con ácido sulfúrico para intentar eliminar cualquier tipo de rastro. De la escena de la ejecución hay innumerables representaciones en el cine y llama la atención la crueldad de la misma: los niños fueron asesinados junto a sus padres en la misma habitación. Olga contaba con 23 años de edad, Tatiana con 21, María con 19, Anastasia con 17 y el Zarévich Alexis, el último de los hermanos, con 14.

La escena de la ejecución fué terrible, algo tremebundo. Cuando entraron en la hahitación Yurovski y sus secuaces armados con fusiles y bayonetas, el Zar colocó al heredero en sus rodillas mientras tomó asiento junto a la Zarina, las hijas se sentaron atrás y los sirvientes y el médico quedaron de pie a los costados. Yákov Yurovski levantó el revólver y dijo al zar que el pueblo ruso le ha condenado a muerte. Al zar no le dio tiempo más que a balbucear un » ¿que?»-, siendo asesinado casi a quemarropa. Inmediatamente la Zarina se incorporó haciendo la señal de la Cruz mientras gritaba, cayó muerta de un disparo en plena boca por el propio Yurovski. En ese instante, los asesinos realizaron una atroz descarga al resto de la familia. Las hijas tuvieron que ser rematadas a bayonetazos, pues las balas no las terminaban de matar entre los corsés y las joyas que llevaban entre la ropa. El Zarevich sobrevivió a la primera descarga, siendo rematado por Yurovski disparándole dos veces a la altura del oído. Una de las sirvientas que no recibió la primera descarga fue perseguida a gritos por toda la habitación y rematada a bayonetazos.

En torno a la ejecución de la familia imperial rusa continúan los misterios. Por ejemplo, el motivo por el cual Boris Yeltsin ordenó la demolición en 1977 del Palacio donde fueron ejecutados, mientras ejercía el cargo de Primer Secretario de la Región. ¿Qué escondía todavía la casa que mereciera ser borrada del mapa?

Curiosamente, tras la caída de la Unión Soviética en el mismo lugar en que se emplazaba la Casa Ipátiev se mandó construir la Iglesia sobre la Sangre, un lugar de peregrinaje los que quieran honrar la memoria del último Zar y su familia. Hay que decir que el suelo sobre el que se levanta dicho lugar de culto tuvo que ser cedido por el Estado, ya que la propiedad fue confiscada durante la Revolución Rusa.

Pero la ejecución estaba prevista con mucha antelación y no fue fortuita. A los apresados se les dijo que se vistieran para ser trasladados, por su seguridad, al sótano. Este recinto había sido dispuesto especialmente para la ejecución, pues habían vaciado una pieza en la que se dispuso un tabique de madera estucado, para evitar el rebote de las balas. Y un cuerpo de guardia especial se dispuso en una pieza contigua en disposición combativa, por si hiciera falta.

El poder del PCUS nace de un crimen execrable, pues tanto el Soviet de los Urales como el Presidium del Comité Central endosaron las ejecuciones sin juicio. Hay que decir que solo mencionan al Zar, lo que indica cierto remordimiento con las ejecuciones del resto de las personas, incluidos lógicamente los niños.

Sobre el paradero de los cuerpos hay aún controversia. En 1979 los historiadores Aleksandr Avdonin y Geli Riábov hallaron la posible tumba de la familia imperial en el bosque de Koptiakí, pero no se hizo público el hallazgo hasta 1989 y la tumba no fue abierta hasta 1991, año que coincide con el Golpe de Agosto y derrumbe de la URSS. Dentro hallaron nueve cuerpos, aunque realizadas ciertas averiguaciones de los esqueletos y análisis de ADN, se descubrió que faltaban los del Zárevich Alexis y la Princesa Anastasia, contribuyendo así al mito de que pudieran haber sido salvados del asesinato por algún extraño motivo. Aunque ambos esqueletos fueron hallados después en 2007.

Otros misterios son los de los descendientes y herederos a la corona imperial rusa. Hay muchas ramas. Una es la de la Gran Duquesa María Vladímirovna, existe también la sustentada por Iván Artsichevski, y en España vivió un extraño personaje, Alexis D’Anjou, que se decía heredero a la corona imperial rusa –fue tachado de farsante- y que murió en extrañas circunstancias mientras se hacían pesquisas y pruebas de ADN.

Toda la familia imperial fue enterrada en la Catedral de San Pedro y San Pablo de San Petesburgo, fueron canonizados por la Iglesia Ortodoxa en 1981, refrendada en agosto de 2000, y el 1 de octubre de 2008 el Tribunal Supremo de Justicia de la Federación de Rusia rehabilitó a Nicolás II y su familia como víctimas de la represión bolchevique.

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