El escritor Eugenio Cambaceres, hombre muy rico, estaba casado con una italiana de profesion bailarina, llamada Lusa Baccichi y tuvieron una sola hija, Rufina.
A la muerte el escritor, su viuda e hija quedaron viviendo en su hogar muy lujoso en la calle Montes de Oca. La niña, muy hermosa, de apenas 14 años, era de carácter introvertido y solitario.
Pasado el tiempo era una de las chicas mas solicitada para matrimonio de todo Buenos Aires.
El 31 de mayo de 1902 Rufina cumplió 19 años, su madre estaba ofreciendo una gran fiesta de celebración pensando pasar luego a escuchar música lírica.
Al partir hacia el teatro, Luisa escuchó el alarido aterrador de una de las camareras de servicio de la casa, pasando a la habitación de Rufina y la encontró muerta.
El médico confirmó que había sido un síncope, al día siguiente, Luisa e Hipólito Yrigoyen, con quien estaba comprometida la joven , la sepultaron en el cementerio de la Recoleta.
Pasado corto tiempo, el cuidador de la bóveda de los Cambaceres, se horrorizó ante el macabro hallazgo del ataúd de Rufina, abierto y con la tapa rota, avisándo de inmediato a la madre y allegados.
Oficialmente se dijo que había sido un robo, ya que Rufina había sido enterrada con sus mejores joyas; pero la madre vivió el resto de su vida torturada ante en horror de que su hija había sufrido un ataque de catalepsia y la habian sepultado viva, muriendo verdaderamente entonces, víctima de la desesperación, de un ataque al corazón.
Sin embargo, lo que parece más cercano a la realidad es que el día en que Rufina cumplía años, mientras se arreglaba para su festejo, su amiga íntima le reveló un secreto muy grave de que el novio de la joven, era el amante de su bella madre.
El impacto de la confesión de su amiga le ocasionó un ataque al corazón y murió, siendo su tumba víctima de los asaltantes. El caso, es que dicen que la sienten y la ven vagar por Recoleta, que es llamada por muchos la Dama Blanca.