El crimen de la semana…. la dulce Neus

El crimen de la semana…. la dulce Neus

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¿Hasta dónde puede aguantar una mujer la tiranía del marido? ¿Puede una familia conspirar para eliminar al padre? ¿Era Juan Vila Carbonell un «padre-patrón» despiadado? ¿Fue Nieves Soldevilla una mujer caprichosa y despilfarradora que indujo a sus hijos a acabar con su marido? ¿Fue el dinero de la víctima y el seguro de veinticinco millones el móvil del crimen? La criada, Inés Carazo Hervás, de 59 años, que conocía a la familia Vila Soldevilla desde hacía doce y había vuelto a su servicio un año atrás, acabó descubriendo la trama de mentiras que encubría el parricidio.El ambiente familiar en la casa de Juan Vila Carbonell, nacido en Vic, de 47 años, y Neus Soldevilla Bartrina, de 38, nacida en Torelló, padres de seis hijos y vecinos de Montmeló (Barcelona), era de peleas continuas. Broncas constantes del matrimonio y enfrentamientos del padre con los hijos, a los que siempre estaba dando órdenes a gritos, imponiendo su voluntad sin importarle ninguna otra cosa. Eso produjo que los hijos: María Nieves (18 años), los gemelos Juan y Luis (17), Marisol (14), María Dolores (11) y Ana María (9), volcaran su cariño en la madre y desarrollaran un sentimiento de hostilidad hacia él.

Inés Carazo dijo en su declaración, que llevaría a toda la familia ante un tribunal, que Juan apenas daba a Neus lo suficiente para ropa y manutención. Aunque añade que también es verdad que la señora gastaba todo el dinero que caía en sus manos, «muchas veces en cosas superfluas». Por eso ésta, a la que por su voz cremosa y pausada llaman la Dulce Neus, se metió en asuntos financieros y de negocios a espaldas de su marido.

Juan Vila, constructor y contratista de obras, al que se calcula una fortuna de unos 400 millones de pesetas (entre sus propiedades de la finca de Binéfar, la casa de Montmeló y algunos inmuebles en Granollers), era de un carácter brusco y autoritario, y obligó a sus hijos a trabajar en sus obras desde muy temprana edad (ocho años). Hombre sin otra preparación que su experiencia en el trabajo, pensaba que, si él pudo hacerse rico sin estudios, sus hijos no tenían por qué perder el tiempo en el colegio.

Tal vez el desamor, la crueldad con los hijos y el mal ambiente de la casa empujaron a Neus Soldevilla a buscar fuera del hogar lo que no tenía dentro. La criada afirmó en su declaración que le había «llegado» a los oídos que «podía tener relaciones extramatrimoniales con algún otro hombre». En el sumario (5/81, seguido en Fraga) se acreditó que tuvo al menos tres amantes.

Un par de meses antes del asesinato, Inés Carazo comenzó a oír comentarios entre la madre y los hijos de que no se podía vivir con el padre, y que de una u otra forma se lo tenían que quitar de en medio. Poco antes del último viaje de Juan Vila a la finca Mas Vila, en Fraga (Huesca), donde sería asesinado, una de las chicas, Marisol, dijo en presencia de la criada: «Por cojones, lo tengo que eliminar».

Las reuniones de la madre con los cuatro hijos mayores eran cada vez más frecuentes, y en todas se trataba el hecho de cómo eliminar al padre. En una ocasión, la criada supo que uno de los gemelos, Luis, en los días previos al asesinato, intentó pegar un tiro a su padre cuando éste se encontraba durmiendo la siesta en el sofá del comedor.

En los últimos tiempos Juan Vila, que tenía muchas depresiones, tomaba tranquilizantes sin ningún control y bebía whisky en exceso, lo que acrecentaba su mal carácter. Todo lo cual daba como resultado malos tratos continuos a toda la familia. No era una situación nueva, pero sí más grave, para la mujer, Neus Soldevilla, que se había casado muy joven con Juan (nueve años mayor que ella), el 17 de septiembre de 1962. Desde el primer momento tuvo que trabajar duramente para él, con pocas libertades, en un bar-restaurante que tuvieron al principio.

Con el tiempo y la buena fortuna del marido, que logró algunos éxitos como constructor, el nivel de la familia mejoró. Pero poco antes del crimen Juan Vila, que sufría fuertes contradicciones –por ejemplo, era hostil a los castellanohablantes pero pertenecía a Fuerza Nueva–, tuvo un contratiempo en sus negocios debido a una resolución del ayuntamiento socialista de Granollers, lo que provocó que tuviera que deshacer su empresa e indemnizar a los obreros. Esto estuvo a punto de arruinarle, y le agrió definitivamente.
Como consecuencia de la suspensión de las obras permaneció más de un año encerrado en su casa, consumido por el alcohol y los tranquilizantes. Durante ese tiempo Neus se dedicó a la venta de cosméticos. Según ella, para ayudar a los gastos de la casa; pero, según el fiscal, su propósito era otro: «(…) sabía conllevar a su esposo, al que esporádicamente era infiel con otros hombres, y (…), al objeto de alcanzar caprichos que no conseguía con el dinero que obtenía del marido, se dedicó a la venta de cosméticos y posteriormente a solicitar préstamos de dinero a conocidos, prometiéndoles grandes intereses a corto plazo que reintegraba con nuevos préstamos en las mismas condiciones, que, en lugar de invertir rentablemente, destinaba a otros menesteres, entre ellos, la compra de dos apartamentos en Calella, todo a espaldas del marido, temiendo su reacción si era descubierta».

En junio de 1981 Neus estaba fuertemente endeudada, y algunos de sus acreedores la amenazaban con decírselo a su marido. En esas circunstancias, transmitió a sus hijos su angustiosa situación, poniéndoles de relieve lo bien que vivirían sin el padre, hablándoles de una posible separación matrimonial o, «si el padre no lo consentía –relata el fiscal–, [deshaciéndose de él] por otro procedimiento, llegando a indicarles que en otro caso se suicidaría».

En este clima general, en el que se había extendido entre la familia la idea de que lo único posible para acabar con el problema Juan Vila sería matarlo, un nuevo episodio vino a exasperar la situación. Juan, que unas veces la tomaba con uno de los hijos y otras con otro, llevaba meses haciendo blanco de sus iras a Luis, uno de los gemelos, al que al fin de semana anterior, el 11 ó 12 de junio, había obligado a quedarse solo en la finca, encargado del trabajo que normalmente debían hacer varios hombres. No contento con eso, lo había encerrado y golpeado con el cinturón.

El «consejo de familia» se vio empujado a tomar una determinación. El 18 de junio Neus compró en una farmacia de Granollers un frasco de éter, con el que pensaba dormir a Juan Vila para deshacerse de él; también valoraron provocar un accidente de automóvil, matarlo a golpes o envenenarlo con cerillas machacadas en el café. Sólo llegaron a poner en marcha el procedimiento de los fósforos disueltos en el café, que no dio ningún resultado.

A mediodía del 28 de junio, el día del crimen, Neus, presa de un estado de desesperación, ante la inminencia de la vuelta a Montmeló, donde la acuciaban sus problemas, según las conclusiones del fiscal, dijo encontrarse mal y se acostó. Sobre las 14.30 llegó a casa el marido, que, al ver el estado de su esposa, trató de tranquilizarla y se acostó con ella, quedando profundamente dormido tras hacer uso del matrimonio. Entonces Neus cogió la pistola Star de 9 mm corto, modelo 1922, que su marido tenía sin legalizar, y se la dio a sus hijos diciendo que era el momento adecuado.

Como había ocurrido otras veces, los hijos le dieron vueltas al asunto de quién efectuaría el disparo, dado que la madre no quería hacerlo. Se acabó decidiendo Marisol, de 14 años, que nunca antes había disparado un arma. Por eso sus hermanos varones la llevaron con el coche a un lugar próximo, en el que le enseñaron a manejarla. Dado que la pistola se levantaba con el retroceso, aconsejaron a Marisol que la cogiera fuertemente con las dos manos. De vuelta a la casa, la criada sacó a las dos niñas menores para que no presenciaran lo que iba a pasar, y el resto de la familia se dirigió a la alcoba, donde dormía profundamente Juan Vila. Allí, Marisol, en presencia de los demás, disparó a quemarropa y en la nuca a su padre.

En un principio Neus logró colar el engaño de que unos encapuchados habían entrado en la casa y asesinado a su marido, con lo que disfrutó de la herencia unos pocos meses. Hasta que, en octubre del mismo año, Inés Carazo se derrumbó ante la policía y contó toda la verdad.

Durante el juicio, la niña Marisol, que no resultó imputada por ser menor de edad, negó ser la autora del disparo y lanzó sospechas sobre sus hermanos María Nieves y Luis, pese a haberse reconocido anteriormente culpable en las declaraciones que hizo a la policía y al juez instructor.

La Dulce Neus fue condenada por parricidio con alevosía y premeditación a 28 años de cárcel; Nieves, a 12, y los gemelos (Juan y Luis), a 10 años y un día cada uno. Inés Carazo fue absuelta del delito de cómplice de asesinato, pero condenada por el de omisión del deber de denuncia a seis meses de arresto y una multa de 100.000 pesetas.

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