Este lugar cierra sus puertas después de medio siglo de entretener al jet set de la capital inglesa.
Tras su nacimiento glamoroso el año 1963 , pasó a ser un autentica revolución, exitosa desde su nacimiento, llegó cambiando la rígida estratificación social inglesa,pues juntó por primera vez a aristócratas con celebridades emergentes, lugar obligado de la jet inglesa. Nacida en un sotano del muy chic Myfair. fué parte de la historia social de Inglaterra.
La reina Isabel de Inglaterra, que se sepa, solo ha pisado una discoteca una vez en su vida y esa fue Annabel’s. Fue una velada inusual para una mujer como ella, que prefiere las fiestas en sus palacios, pero no podía faltar, pues en aquella noche de 2003 se celebraban los 70 años de la condesa de Airlie, su gran amiga y dama de compañía. La presencia de la reina en el lugar más mundano de Londres fue todo un suceso, entre otras cosas porque quien le dio la bienvenida fue lady Annabel Goldsmith, en cuyo honor fue bautizado el lugar, hija del marqués de Londonderry, y una de las mujeres más escandalosas de la nobleza británica Según Mohamed Grahann, el barman de la época, Isabel solo bebió un gin Martini, sin limón, y se retiró a la medianoche.
Este viejo sótano, en el número 44 de Berkeley Square, predestinado en principio a ser un bar cualquiera en el refinado distrito de Mayfair, saltó a la fama en 1963 cuando Mark Birley, publicista y exalumno del encopetado colegio de Eton, fundó allí un club privado que “debía oler a exclusividad y sexo”, con 500 socios iniciales, entre ellos 5 duques, 5 marqueses y 20 condes. Cada uno pagó 12,60 libras, equivalentes a 224 libras de hoy, por comodidades como valet parking, aire acondicionado y el mejor equipo de sonido de la ciudad. No tenían permitido invitar a cualquiera a sus salones, decorados al más puro estilo de las casas aristocráticas de la campiña inglesa
La idea le vino como anillo al dedo a la capital británica, que tras el desastre de la Segunda Guerra Mundial, recuperaba su categoría de urbe cosmopolita, a través del célebre swinging, como se llamó al florecimiento de su escena cultural y de la moda. Londres era una fiesta, dominada por la juventud, el optimismo, el hedonismo y la revolución cultural y bajo el nombre de la entonces esposa de Mark Birley, Annabel’s juntó y puso a hablar de tú a tú a aristócratas de la vieja guardia con la nueva estirpe de celebridades de los 60, década que marcó el fin de la rígida estratificación que dominó a la sociedad inglesa por siglos. “Todos esos mundos tan distintos comenzaron a integrarse. Un peluquero como Vidal Sassoon, de repente, era tan famoso como una duquesa, y Annabel’s se convirtió en su punto de encuentro”, de acuerdo con Anna Wintour, la editora de Vogue y socia del club.
Allí ha dejado su huella la crema y nata de la fama-
El dress code de Annabel’s ya no obliga a los hombres a asistir con corbata, pero sí con camisa de vestir y a no quitarse la chaqueta mientras estén en el recinto. A las mujeres, por su parte, ya se les permite usar pantalones, algo impensable en los años 60, siempre y cuando sean de sastre. Están prohibidos el dénim, el cuero, las t-shirts, los leggings y las botas de vaquero, para preservar la “discreta elegancia” de la que el club manifiesta enorgullecerse. Eso sí, el único que puede romper estas reglas es Mick Jagger, el vocalista de The Rolling Stones, por una concesión que le hizo Birley. A The Beatles, en cambio, se les negó la entrada porque llegaron sin zapatos.
Un riesgo de que toda esa quintaesencia de la sofisticación se derrumbara se vio venir en 2007, cuando Birley le vendió el club, por la friolera de 95 millones de libras, a Caring, un nuevo rico que figura entre los más acaudalados de Gran Bretaña. “
El relevo de dueño no le ha restado lustre a Annabel’s, pero el nuevo reto es atravesar sin sobresaltos el cambio de sede, a pocas calles de su tradicional subterráneo, a un local con mejores comodidades, ya que Caring se propone hacer del club una franquicia internacional con locales de Annabel’s en París, Nueva York, St. Tropez o Aspen. Como negocio, eso puede funcionar, consideran los expertos, pero lo cierto es que el club que por 52 años se conoció como el símbolo de la máxima exquisitez en Mayfair no se volverá a repetir.